sábado, 8 de agosto de 2015

Graciela Cros

























Lejos de casa


Lo verdadero ocurre en aguas profundas
y las palabras poco pueden con eso.

Los pescadores han traído un lobo de mar
que por error o azar cayó en la red de congrios y jureles.

Su cabeza ladeada hacia el este cuelga de un escalón del muelle.

No respira.

Tiene un fulgor lechoso en la mirada
y en un breve intervalo pasó de ser protagonista
a convertirse en obstáculo.

Es un hecho fortuito,
un punto irrelevante en la mañana
este lobo muerto por error o azar.

Me recuerda a mi padre
el último día que lo vi.









Genealogía*

Mi hija escribió que yo nací de un huevo en el río
y por eso soy un pez.

Para mi padre era un caracol
entonces debo ser lo que él creía
porque el huevo vino de él.

Sin embargo mi hija dice que también fui yegua
y que siéndolo parí un hijo de algodón
y a otro que está loco y lejos.

Hay uno que
es carpintero / corta madera hasta dejarla como el cuerpo.

No sé si esto
es realidad o ficción
porque una activa yegua de la noche
una auténtica yegua madre carne argentina de exportación
es caballo vaca pez carpintero y loco
carne de caracol
cantora.

Si no fuera porque me hija me clavó en el río
para que no me comieran cuando era huevo
nada de esto hubiera sucedido.


*A partir de una relectura de Nido de ballena, de Melissa Bendersky, Ediciones Deldiego, 2001.






De Libro de Boock, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2004.




 

 

 

 

Tampa, Tacna, Atacama, Alaska, Arkansas, Alabama

Tampa, Tacna, Atacama,
Alaska, Arkansas, Alabama,
entre dientes
repite
su mantra
geográfico
mientras busca
distintas combinaciones
al orden
musical
de las palabras.
Camina
una hora
por prescripción
médica.
Al pasar
por un teléfono público
se deja
un mensaje
en el contestador.
Es saludable llegar
a casa
y descubrir
que alguien ha llamado.
Además
sabe
que la poesía
se desvane
ce
rápido.


 

De La Cuna de Newton, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2007.








Henderson y Las Oscuras

De chica pasé unas vacaciones
sola,
sin mis padres,
en el campo de unos parientes.
No sé explicar cuál fue la razón
pero ni ellos
ni mi hermana
se quedaron durante ese período
que para mí fue dichosamente
infinito. 


Las Oscuras era una estancia próspera,
con una casona señorial
y un parque de árboles exóticos,
abetos amarillos, acacias moradas, aromos azules,
sauces eléctricos y cipreses rayados como cebras.
Yo desconocía sus nombres
pero esa desmesura vegetal
me fascinaba.
Nunca había visto algo así.


También había una pileta de natación
con el agua sucia, verde, espesa,
llena de sapos y culebras.
Tampoco supe porqué la tenían
en ese estado de abandono.
Sé que contemplar esa superficie turbia
me llevaba a un mundo irresistible, ominoso.


A la hora de comer servía la mesa una mucama.
Yo la recuerdo con uniforme, guantes y cofia.
Digo “yo la recuerdo” y hago esta aclaración
porque volví a mi casa
y conté historias fantásticas.


Una era la de los conejos, cientos de ellos,
a quienes el personal de servicio
sacaba a pasear cada tarde
llevándolos de una cadenita de plata
sujeta a un collar de brillantes.


Relaté con entusiasmo sucesos extraordinarios
ocurridos en ese campo de Henderson
y nadie puso en duda mi palabra.
Nunca me trataron de mentirosa.
Muy por el contrario, la familia entera
me pedía una y otra vez
mi cuento de las vacaciones.
Así empecé a escribir.





De Mansilla, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010.






La parte más negra

Un día aparece
y uno siente
que todo
terminó.
Se pudo fingir hasta ese momento
pero ya no podrá hacerlo
ni por un segundo más.
No es una mancha que se expande.
Un gas que asfixia.
Es una sensación de luz cortada.
De parabrisas estrellado
por una piedra en el camino.
No quedan huellas. Uno no sabe quién es ni dónde está. Te arrancan los ojos,
te cortan la lengua,
te tapan los oídos,
te despellejan vivo.
No hay referencias en ese vacío. Al rato, como si alguien
encendiera la luz,
la parte más negra se esconde,
es decir, adelgaza
tanto como para hacernos creer
que desapareció.
Los que estamos en el ajo
sabemos que esto no ocurre.
Una vez que se presenta
nunca más deja de hacerlo.
Esto pasa
de vez en cuando,
por eso vuelven
a aumentarme
la dosis.























1 comentario:

  1. querida vale, gracias por este espacio para mis poemas en tu fantástico blog, te felicito por él y reitero mi agradecimiento por tu generoso trabajo. abrazo grande,
    graciela

    ResponderEliminar