viernes, 31 de octubre de 2014

Alicia Genovese







Para permanecer
saber del agua.

La orquídea para vivir
necesita convencerse
de que puede morir

ni sol directo
ni agua anegadiza
la media sombra asfixiante
de la selva tropical
la sola humedad.

Desde su retiro, lejos
de aguaceros la orquídea
elige el resplandor,
el aire denso
y agua de nubes
filtradas por el bosque
como por un lienzo.

La perfección sensible
de esa vara
tolera más la falta
que el exceso.











Atravesar a nado
muchos kilómetros,
una pelea
por regular el aire,
contra el cansancio
que borra la costa
y ennegrece las aguas.
Tan fácil perderse
en un círculo agotador
no hallar
la corriente propicia.

Cruzar aguas abiertas,
reconocer sus sales,
sus sedimentos, sus capas frías
y la oleada
que trae al cuerpo,
lo llevado,
la marea que devuelve
el camino sin límites.

Un poema, otra vez,
de largo aliento
me mide las fuerzas,
me pierde entre desvíos
y rupturas,
hace emerger
la rosa diurna
el coral impensado.

Las aguas del poema
exigen más que pericia.
Abrir el pecho
empujando en círculos
los brazos. Las piernas
en ángulo de rana
y echar hacia atrás
lo que no acompaña;

acostumbrarse a perder,
avanzar
la única ganancia,
en el trecho ganado
lo que reconocerás,
mantener el pulso
y el calor.






De Aguas, Ediciones del Dock, 2014.










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