martes, 28 de enero de 2014

Franco Rivero




preparo la cena

I

riña doméstica si las hay
la de escucharte
hablarme fuerte
mientras cocino
sin romper los platos
ni tirar nada
picar las respuestas
con la cebolla
el morrón
el ajo
la verdad que no hacía falta
trozar así ese pollo

II

más tarde
dormiremos juntos
me vas a abrazar
voy a abrazarte
haremos
más que eso
mentiremos
que hacerlo
con esa energía
significa
mucho







 



a H.I




y yo
hay un mar
de arena
el chico de la lluvia no es mi chico
pero sí
ojos oscuros tiene
un cabello renegrido
que un poco azul
se le pone
si se moja
la piel de la cara le queda así
cuando se afeita
él es un tierno
disimulado
como yo

pasa por mi puerta
y me cambia la casa
el humor
las ganas de

sonríe de amable
pero sirve
hay amor en ese gesto
siempre nos abrazamos largo
nos cobramos
el tiempo
la ausencia

mi chico de la lluvia  llega
cuando llueve
o nos llueve siempre
cuando se queda
se ríe
cuando escucha
las gotas en el techo
nos reímos
es como si fuera una señal
le dije
nos tenemos
paraguas
nos bancamos
mutuamente
las lluvias

amor es una exigencia
nosotros
no nos exigimos nunca

la primera vez que lo besé
antes de cumplir
veinticinco años
el tiempo estaba feo
y comenzó a llover
caminamos bajo la lluvia con un paraguas roto
nos mojábamos
y nos besábamos con certeza
eso era amor y era
físico

pero entre el chico de la lluvia y yo
sigue habiendo arena

trato de cortar el mar
estoy lejos
y esto es
en dos sentidos
físico
cuando llueve no está más él
ni podría
hay mucho camino
en el medio
y sobre todo
tiempo

pero él
mi chico de la lluvia llega
cada vez que llueve
yo siento en mis manos su cara azul
el olor a lluvia
me sonríe
como si fuera él
pasa
por mi puerta
y me cambia la casa
el humor

las ganas de









(inéditos)




jueves, 23 de enero de 2014

Alberto Boco






caen sobre la playa y son el olvido
es curioso el entrechocar de las cosas
refugiados ahora bajo techo
miro el amor en tus ojos y veo
el gesto y el regreso a tus palabras cruzadas
el mar nos ha hecho creer
que cambia los colores
los veraneantes la tormenta...

el mundo sin esquinas ha quedado atrás
las columnas caen se acallan las gotas
se trata nada más de lo que huye
pendular de la tarde entre la pampa terrosa
y el amarillento de cierta hora
ellos no están allí
los muertos también se toman vacaciones
y nosotros reímos...


                                                                                              para Ida











... juntaba estrellas en distintas
horas de la noche
imponía constelaciones antojadizas
la costumbre de lo que ya existía
para nombrar
y odiaba la luz excesiva
lunallena irradia en los ojos
y no deja ver bien los dibujos
encuentros fortuitos el pensar 
no hacía falta el registro de nada
a la noche siguiente o cualquier otra
los dibujos cambian 
en esa señal o juego repetido
de llamar a las cosas 













el agua calle abajo en la lluvia
con otros asuntos a la rastra
lleva hojas ramitas papeles
una buena porción de mirada
lleva el remolino que no hace
de la delicadeza una ley de las cosas
el ojo resigna la traza en la lluvia
y no siempre puede hacer otra
sale a olvidar entre la melodía
que se llevó ese golpe de vista
el sonido de un líquido
según donde suene o quede
por ahí o quién sabe dónde
yace definitivo cada vez que deja
una mirada sin retorno el agua
calle abajo disimula las notas
vela el efecto que produce la suerte
tanteo en que nos hemos metido
ciegos un poco y desconociendo el paño
para tratar apenas un respiro
algún recreo que nos damos

 



De Redes o Ciudad en su Siglo (inédito)












 

domingo, 19 de enero de 2014

Alberto Szpunberg





XXXIII

Todo poema es una despedida
y un saludo.

Acaso la vida no repare
en la nimiedad de las palabras
con que el silencio querría,
por única vez,
ser sólo silencio,
como este río inmóvil
bajo un aura leve de espejos temblorosos.

¿Por qué nos preguntamos por qué
si cualquier piedra arrojada contra el agua
da en el centro mismo de ondas infinitas?



De Sol de noche (2008), en Como sólo la muerte es pasajera. Poesía reunida, Entropía, 2013.





IV

Como siempre, llevas la navaja en el bolsillo izquierdo:
son formas primitivas del amor que todas las mañanas reverberan,
pero la sal, ya lo sabes, penetra más dentro que el filo de la hoja.

Ninguna marea, ni la más alta, basta para borrar una sola gota de 
                                                                                         sangre:
la memoria no es la herida, es siempre el mar.



De Como sólo la muerte es pasajera (2009), en Como sólo la muerte es pasajera. Poesía reunida.

4. Dulcemente nacer

XXVI

El viento mueve las hojas del libro entreabierto:
pesa en las manos que lo sostienen
pero sólo los ojos cerrados lo leen.
Como un junco oscilante, el hombre;
como espesura trémula, las letras.

El nombre no nombra, sólo llama.
De El síndrome Yessenin (2010) en Como sólo la muerte es pasajera. Poesía reunida.
XXIV
No dejemos que la historia pueda más
que el asombro por las cosas que uno sabía:
por más fuerte y ensordecedor que sea,
primero la luz, aunque se parta el cielo,
el sobresalto del abrazo inesperado.



De Ese azar, este milagro (2011), en Como sólo la muerte es pasajera. Poesía reunida.
IV
Qué trasluce sino frágil, quebradiza la llovizna,
chispazos del farol en el sendero de adoquines.
No sólo el llanto humedeció las fotos
del álbum hace años dejado en el trastero.
Alguien apoyó su copa sobre la sonrisa,
como si el olvido fuese casual, imprevisible:
urgencia por no saber, si es posible, nada.
De Como clavel del aire (2013), en Como sólo la muerte es pasajera. Poesía reunida.
 

viernes, 17 de enero de 2014

Carina Nicolini






El saber del té

la taza inconclusa
su fondo límpido
leo
tu sombra 
es el regalo
que ampara
los días
de certezas infundadas
de caminatas en el borde


leo
aquella vez
cuando irrumpí vertiginosa
a la casa doblegando
todo
menos
el tiempo trastocado
las voces que urdían a mi espalda
las lágrimas el túnel mi caída libre
el suelo de la taza
y vos
con brazos circundantes
clavándome los ojos
para que no me haga trizas









VI 

vino un hombre
            mató a otro
            murieron miles
hubo olvido
pensó que era uno más
no se acordó de la complejidad 
del universo
           en su espejo
           infinito / uno
murió él 




(inéditos)









jueves, 16 de enero de 2014

Lidia Rocha








Más fuerte que la historia es el ensueño

 

I


Decía: la guerra es un estado
de desolación perpetua
y el camino
un hogar que transcurre.
Arrojaba, feroz, de su guarida
una piedra al agua
de la lluvia
y la lluvia cesaba.



II

Ella era yo
la cazadora de su presa
ágil en el filo
cortante en la trampa,
tejida en ramas la oscuridad del pozo.
Reía de júbilo
ojo a ojo con el animal salvaje
erizados los pelos de la nuca
Un lince
en el acecho.



III

Mi voz ha sido hecha para su vida
perdida o inventada.
Más fuerte que la historia es el ensueño
el horizonte del río quebradizo
donde ella me caza
y me hace verdadera.
De las dos es el brazo firme
el relámpago
y el amor por las tardes perdidas








Norte



                         “aquí
                                    pesa más la sangre que la muerte”
                                                         Leopoldo Castilla


I

Fuimos niños al acecho del día

Amparo de tu miedo
mi voz
dio a luz un héroe:
     te destejió la infancia
     te enfermó de coraje
     te dio tu propio peso

de árboles imprecisos
les lloverán las flechas

Niños a la siembra de la muerte
Violencia fue la sombra última

En el Norte la vida se gana
por las armas



II

De la memoria y el olvido:
camuflaje, sangre espesa
y mi voz.

Una promesa basta,
un beso entre las sombras,
para ponerte en pie
y que ellos no sepan
de dónde cae la muerte

Guerreros semejantes
a los pies de esta niña
que fui, que soy,
en el Norte.



III

Abrazados a la raíz del árbol
invisibles los ojos que se miran
(incandescencia que protegía la sombra)

repentina ceguera de la luna

silencios del bosque

Para cuando ellos vean
qué animales seremos con el alba
yo limpiaré la sangre de tu boca

Búhos oscuros fuimos
cazadores
en la noche del Norte






De Poemas de Sweyn, del libro Norte (inédito)