jueves, 21 de febrero de 2013

Enrique Solinas




Ejercitación


Todas las noches
un hombre nada en la oscuridad.
Su cuerpo desnudo
recorre el cuerpo del cielo.
Ninguna cosa se espera de él
y al mismo tiempo él espera
terminar su rutina
para volver a comenzar
la noche siguiente.

Como un cirujano,
el hombre nada en la noche de la memoria.
Es un bisturí.
Sabe
que la prolija autopsia que realiza
es para que se abran
todas las puertas de la luz.

Entiende el mundo
y por eso exige:
         De ahora en más y para siempre
                      el perdón
            no se convertirá en olvido.







Magnificat


Hoy desperté y mi cuerpo
tenía olor a flores,
a perfume de orgasmo y alegría.

Los animales obedientes acompañaban
el transcurrir violento y ciudadano.
El tráfico en las calles se partía en dos
cada vez que deseaba cruzar
hacia la otra orilla.

Voces diversas escuché
y entendí todas las palabras del mundo.
Dos marcas rojas en mis manos
anunciaron la transformación.

“Soy santo”, me dije, “soy santo”.

Entonces comprendí
que en el exceso de la vida
y la muerte
está la redención.






De El gruñido y otros poemas. Antología poética, Ruinas Circulares, 2011.
















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