sábado, 12 de enero de 2013

Jorge Spíndola





ítaca



                           Ten siempre a Ítaca en tu memoria

                           llegar a ella es tu destino…

                                                 Constantino Kavafis




cuando vuelves a ítaca no vuelves a ítaca exactamente porque ella no es la misma ni tú eres el de entonces. cuando en sueños entras en la casa de la infancia y tu madre es esa mujer muy alta de espaldas en la luz, no vuelves a ningún sitio de esta tierra, sólo son reflejos, lumbres de una isla que navega y te busca a la deriva; ítaca entrando en sueños pregunta por tu nombre.


hay noches en que esa isla recala en otros sueños. entra en bares o en oscuras estaciones donde se emborracha de murmullos, de otras voces, pero jamás deja de soñarte. a veces ítaca encalla en mares aún ignorados por nosotros y entonces tienes sueños equívocos y errantes.


a veces ves en sueños el rostro de tu hijo y lo confundes con esa foto de tu abuelo: niño en blanco y negro que sonríe un mediodía de luz allá en las islas abandonadas por el hambre. es sólo la imagen de tu abuelo o de tu hijo un día desconocido y olvidado para el mundo, menos para ti, que sabes que aunque olvidado en un cajón, hay otro instante de tu existencia más remota y luminosa.


te despiertas sobresaltado algunas veces. te sientas en la cama y ves o hueles el perfume de esa mujer que duerme a tu lado con una respiración tan suave como el tacto. sientes que tal vez ella es como esa isla: sus sueños no te pertenecen. un oscuro bosque de silencio se alza tras los párpados cerrados.


te levantas, vas al día. hay voces de gentes que se agitan, trabajas la tierra de otros, no tu tierra. pides que no te pisen caminas por la cuerda, caras de clown en los semáforos. bailas entras al almacén sin brújula navegas en un cyber. mandas mensajes a telémaco, le dices que arde troya todavía y que anoche, justamente, te soñaste con una tripulación encantada cayendo en la garganta de caribdis.


al final del día aún buscas algo en estas calles?

el atardecer mancha todo el horizonte y en cierta nube crees adivinar alguna de sus formas.


por un instante estás a punto de recordarlo todo para siempre pero las costas de esa isla ya son otras. sustancia desvanecida en la memoria.


algunas noches sientes, sin embargo, que algo vuelve y navega en tu cabeza

la imagen morada del ciruelo florecido tras la escarcha.


siempre regresas al patio de la infancia a calmar los ladridos de ese perro.










lisboa



nunca estuve en lisboa



siempre acá,

metido en este cuerpo,

atado al páramo o abrazado

al mar y sus acantilados



siempre los mismos ojos

con cuchillos naranjas en la tarde,

siempre acá



nunca caminé por las calles de lisboa

siempre pampa seca

y autos abandonados al borde de la ruta



ahora mismo me invade la imagen de un colectivo

detenido para siempre

oxidándose con yuyos en su cuerpo,

unbedford verde agua

con teros lejanos en su lomo



nunca puedo abrir esa cortina

que envuelve la existencia

esa cortina agitada por el viento

que anda como gasa

cayéndose sobre mi cuerpo



siempre acá,

entregado como un perro a este paisaje

oliendo matas, salpicado de escarcha

para siempre



lisboa crece por mi boca en esta noche

mientras orino abrazado al álamo de casa

mientras pasan autos en la ruta

mientras llueve y crece el perfume de la tierra

mientras nada se parece a lisboa

y sólo un gato

camina en los paredones de la calle



lisboa qué lugar extraño

navegando en mis entrañas

lisboa tantas cosas

tantas noches navegando

al sur de toda mi existencia









a la manera de las nubes




y después me senté

a mirar el cielo

a dejar que la cabeza

volara sin sentido



a la manera de esas nubes

que van o vienen y dibujan

cierta forma

una cara

una liebre gris



y luego se deshacen











 

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