Hay que irse de los lugares para después volver
–la frase replicaba la cadencia de
un mantra–
Imaginó un paisaje blanco
nieve papel frío
espuma donde cavar huellas.
Lo por venir promete vuelos
alucinados
–lo dijo un poco a tontas y a
locas
sin ser loca ni tonta–
A veces
–debió aclarar–
el paisaje blanco promete cadáveres.
Una página de donde no se vuelve.
Me desperté de madrugada deseando tener un
vestido blanco.
Y
sería de gasa. Era un deseo intenso y lúcido.
Clarice Lispector
En primer plano un borde rocoso se acantila
amplía o embebe el viento mi vestido
blanco.
Al pie del farallón / el bramido
azulísimo del mar.
No recuerdo en qué película
de pie sobre el humus
–húmedo–
hundía mi huella
la traición en vilo / el paso en
falso:
álgido arabesco y posterior caída,
la tela vaporosa abría un embudo
perdía sus plumas.
Un toque de maquillaje y a escena.
La secuencia sobre papel de estraza,
boceto a plumín y tinta china.
La misma.
Siempre.
En la antología Cuando el río suena,
Buenos Aires, Edit Vinciguerra, colección Summa, 2012.
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