viernes, 12 de octubre de 2012

Máximo Ballester





Amanece

 
El repartidor de diarios arroja
palomas muertas.

Un perro en la avenida
aúlla con angustia metafísica.
Su aullido pega contra los vidrios
del HSBC Bank.

El portero del alto edificio
manguerea el llanto de una mujer sentada
que amamanta a su hijo.

Huele a pis de gato.

El bebé que toma el pecho
suelta media sonrisa y enciende los vidrios
de la casa funeraria.

Pasan los coches de la policía.
El barrendero fuma.

Cuando el bebé deja de mamar,
el pecho de la madre apunta al cielo.
Ese es el único sol que ilumina la calle.




A la salida del Jardín



Voy a buscar a mi hija al jardín de infantes.
La salida es por un portón lateral y cuando llego
ya hay varios padres esperando. Al rato,
la señorita maestra abre el portón y les pide
a los alumnos que se apuren. Enseguida alcanzo a ver
a Agustina entre tantos guardapolvos celestes
que se agolpan en medio de un bullicio.
Cuando al fin sale y la tomo de la mano, Agustina
se detiene en los pies de la señorita que marcan el paso
dando golpes impacientes con las puntas, y con un claro
gesto de asombro en sus ojos, me dice:
—Papá: esa señorita tiene los zapatos enojados.












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