sábado, 27 de octubre de 2012

Marcelo Dughetti





Isabel despierta de la siesta
entra con cinco caballos en las manos
Cinco caballitos de un solo ojo
Cíclopes en la belleza de un trazo débil
Son frágiles y gastan llanuras blancas
Renglones almibarados por combinación de crayones
Pasturas sicodélicas, soledades de papel
Despedaza el atado de cigarrillos y recorta coronas
Unge príncipe al más triste
El pajarito sobre su hombro asiente
Todo es solemne en la cocina
Los acompaño en silencio.






Fumo
Escucho trepidar los troncos que abrasa el fuego
Como en la prehistoria de la humanidad
Los caballos pueblan la pared de la escalera
¿Qué de todos aquellos hombres ha venido a buscarme?
El aire de la estufa agita los caballos y sus llanuras
Isabel duerme a tu lado en la cama grande, tiene fiebre
De la calle los sonidos del tren, risas, sirenas, disparos
pero es otro tiempo, un cangrejo inalterable
El pajarito despierta posado en el respaldar 
Isabel dibuja en su delirio animales que no veo
Vos le besás la mano y la nombrás como a un fantasma.






Mi hermano llega vacío
Acaricia los caballos de Isabel y lee los nombres
El primer caballo se asusta y corre a la manos de la niña
El segundo raspa con el hocico sus manos
No ha parado de llover
la humedad dibuja un caballito bayo
entre la puerta del patio y el respiradero.






De Los caballos de Isabel, Recovecos, 2009. 








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