martes, 24 de julio de 2012

II. 13



cabeza que espera
saber más
que lo que el ritmo dice

fracasa en su silencio
también yo




sábado, 21 de julio de 2012

Priscila Vallone





Juro lo que hemos visto



 

Dícese un estallido luminoso al centro del grito huido. Un pequeño viaje a los confines más exóticos redondeándose por entre los párpados a respiro entrecortado. Y ven de pronto la colina enterrada al sol de cabeza como si la boca se le abriera para tragarse el océano entero por los dientes. Que los ojos se les vuelan, digamos puede vérseles como una cabeza de peces cristalinos destellando un alma roja a un río vacío donde un ser que respira se ha quedado dormido. Lame los dedos por sus puntas a manera descalza de retraso continuo por donde las vertebras se habrán vuelto espinas calcinadas al abismo de la mañana congelada, de todo este espíritu hecho hielo tanto sea quitándose las pestañas una a una para sentirse menos o vivo o bien sea palpando por los labios húmedos este retazo de ala de libélula desprendida de los ojos. Ni más ni menos, una sutil lejanía de eco cercano a la superficie de un aroma noctámbulo proveniente desde el centro de la espina, el centro del grito huido, oleadas luminosas de aliento onírico entrelazando el núcleo cerrado al dedo invisible palpo de hierba colmena híbrida nadar hasta el fondo y no digamos más nada. Respirar por ciertas mañanas con el cuerpo bajo agua tan lleno de niebla siendo la flor del sexo más puro oculto entre palabras que no imagina sino lo solo levitándose en el tiempo que no ha venido y tiene la forma del corazón de una gema enterrada, el corazón del crepúsculo adormecido tiernamente al borde del suspiro estático de un hilo de seda y es Querer permanecer en la vigilia teniendo razón del óculo para ver lo que se es nunca amanecido y Levitando: todo lo que ahora tenga alas será continuo reflejo de mano propia y la piel tendida como una tela sobre la tierra húmeda; es lamer el aire como si fuera verde y que tuviera un gusto verde como si fuera el río y tener todo lo que existe sobre la palma y que sobre la palma se esté así, sabiéndose parte en cada dedo articulando el mal dormir, las noches enfermas, el exilio del cuerpo perdido en una voz que deambula por entre ambos ojos como órbitas toda la noche y todo el día para silenciarse entre cuatro paredes a merced de la soledad más rotunda calando la memoria. Es verse despierto en lo que se nace dormido, oler el insomnio color púrpura en medio de un canto de hielo, fractura del árbol carcomido por el día ido y por el que vendrá. Un insecto entre las vertebras tragarse el invierno caminar por la muerte nadar hasta el fondo Y No decir Nunca más Nada.
que se asemeje a la vigilia.





*  *  *  *




Ahí te vienes luz entera reamanecida entre fragmentos de sol tiñiendo el agua al púrpura decías y así te vienes entre los ruidos remando la marea tibia y estos ojos que te delimitan la forma de tu antigua sombra que tus pasos extinguen y me habitas Ahí te vienes lucecita yo te miro en línea recta a las puertas de tu océano alma entera Te propongo la eternidad entre los dedos una caricia deformando el tacto una sinfonía desde el fondo primavera donde se te caen cinco flores de la cabeza y me acerco a tus raíces ensimismada al amor del decir sin decir nada allí donde la copa del árbol te rearma y yo puedo leerte las pulsiones o el pálpito en la mirada si es que me reinventas en el desarme y desacostumbras toda fórmula recreas la estación en la garganta pariendo el canto vientre blanco y entonces Ahí te vienes luz de la tierra para nacerme sin tocarme, y yo te miro explosión sensorial multiplicadoté allá donde ocurre la convulsión del sol envuelta entre las manos cuerpo entregado al éste mi abrazo y yo me acerco sin decirte, y me alejo sin dejarte, porque así es como te vienes lucecita yo te siento respirar entre mis brazos, hacerte un nido acá en el hueso porque es que así te vienes, lucecita
Enteramente
Y para siempre.






jueves, 19 de julio de 2012

Miguel Martínez Naón



Todo

Nadie quiere quedar atrapado como un pez
o llorar.
Hay cielo suficiente para ver más allá.

Pero mi corazón, recóndita sed,
llora lo hueco y lo desmesurado
en su canasto.

Todo lo que no es río es miedo.
Miedo lo que sobró de la cena,
soldados de cáscara,
claveles a destiempo,
miedo.

Lo que no es alma es carozo,
y al mundo sólo lo conciben los niños.

Lo que no es luz es chatarra,
un rastrojero lanzado al infinito.
Óxido en el aire que no da de beber,
vaquitas de San Antonio.

Lo que no es inocencia es rencor,
un tango sin autoría,
los alfileres de la ginebra,
eso que ya conocemos.

Una sonrisa común,
una sonrisa aquerenciada,
muy de cerca
así
sentí
que me pedías

y no era lo suficiente.





He querido


He querido hablarte de mis urgencias
de los abusos de la tristeza
he querido soltarme del revés de mi memoria soltarme
sin árboles ni ciudad que hagan sombra
he querido dar a comprender, dar a beber,
dar a celebrar estos parques donde jugaba ayer
como un diablo sin altura
He querido decir:
Lo peor ya pasó, lo peor ya sucedió

y ya creo que pasaron años.





 Desexilio I

"Como una nube que pasa mis ensueños se van, se van, no vuelven más"

Alfredo Le Pera



De México se me antoja un sabor tamarindo, golosinas con chile, calaveras de azúcar y unos tangos híbridos que se dejaban oír en el living de una preciosa casa en Cuernavaca que restauraron mi viejo y mi abuelo, cuando este último vino de visita.


Junto a la casa, un baldío donde jugábamos de chamacos a encontrar crías de alacranes bajo las piedras.


Alguna que otra vez cayó don Armando Tejada de visita y, tal como recuerda mi vieja, fue Liliana Felipe quien nos alumbró con sus canciones infantiles.


Estuvo, sin quedar en mi memoria, Alicia, quien años más tarde, ya en Argentina, fue mi maestra de teatro.


Colgado de la pared, un dibujo de Guadalupe Posada (una calavera con su botella de tequila) y una pequeña guitarra con la que yo aturdía un "Cristo de Palacagüina".


Una terraza, una cocina con rejas por donde asomábamos la risa con un vaso de horchata y se nos escapaba el aroma del mole que seguía por una calle ancha, en bajada, y daba a un vivero oscuro. Era infinito ese lugar, nunca atendía nadie.


Yo le afanaba las herramientas a mi abuelo, creo que las enterraba. Y nos sacaban fotos junto a las niñas de pelo negro y trenzado con cintas de colores para mirarlas ahora, ya de grande, en medio de esta casa suburbana donde recibo mensajes de texto de Andrea con poemas de Fijman y ensayo un papel para una película sobre una fuga en la ESMA.


Tomo mate amargo, escucho al Tata Cedrón, fumo Viceroy, repaso mi primer libro de poemas aún inédito.

Todos los fuegos el fuego, la pirotecnia mexicana es un arte. Corrían con un toro de papel maché todo cubierto de "cuetes".


Me perdí una tarde en Plaza Garibaldi y hasta los mariachis me salieron a buscar. No lograban encontrarme, tal vez era divertido.


Héctor se llamaba mi mejor amigo. Héctor del pueblo de Ocotepec.


Imitábamos a un tipo de la tele que hacía una propaganda de jabón Ariel (jabón en polvo) y se tiraba a una quebrada.

¡Ariel lavando y yo en la quebrada! -gritábamos como él, y nos tirábamos en calzoncillos a un gran piletón, donde las viejas fregaban.


Ahora el único Ariel que conozco es un flaco del sur que estuvo preso, le pega a las minas y cada tanto se estrella con la moto sobre un capot.


No sé si hemos dado en el clavo, diría Urondo.


Ya conocí el Caribe, el Golden Gate Bridge, la miseria de Miami Beach, el faro del Balneario "El Cóndor", la tristura de una mujer, el rechazo de una mujer, la muerte de un amigo, los intentos de muerte de otro amigo, el furgón del tren a Morón, el fulgor de la selva misionera, el hotel malandra, el sacrificio en la cosecha de cebolla, la brucelosis en el Ecuador.


Dice el Mochi Leite que soy patagónico, que la Patagonia se extiende desde California hasta Lapataia.


¿Será?


Canto desafinado, aprendí a bailar el tango y a tomar tequila y a mentir y a desmentir, cuando me preguntan de dónde soy.


Me voy y vuelvo y me voy,


como en un ensueño.





martes, 17 de julio de 2012

Leticia Ressia






Pulsiones


Sé cargar un arma, también apunto y disparo/Conozco el peso del calibre 22 /la forma del arma es la forma de mi brazo/La manera de escribir en el agua con la sangre de los patos muertos/Nadie sospecha que detrás de mí nombre/habita, como en todos/una asesina/He visto la muerte en las plumas que flotan en el aire/cuando el animal se sacude al momento del impacto /La veo en la caída de la paloma desde la rama más alta con el pecho abierto de una pedrada/ y la vi en mi abuela durante años y de tanto mirarla, la maté de vieja.

Sí.

Morir es también ver morir/y me acuerdo del gato que murió enfermo/ y de mi tío en su cama, mirándome y sabiendo como yo/que ya no habría otro día en que pudiéramos vernos y darnos fe /Morir es saber que podemos matar/romper el rito cotidiano sabiendo que uno es un arma letal/que el cuchillo que corta el tomate puede rebanar la garganta y el viento/que entró por la ventana antes de decidirte a cruzar la línea.

Hay en la ciudad, algo que /constantemente/invita a morir y matar/
como las colas en los bancos y sus cámaras de seguridad apuntando,
gatillando sobre mi rostro miles de veces/y sabiendo /violentamente /que nunca tendré en un mes /veinte lucas ni ganando una línea del telebingo cordobés.

Otra vez la línea.
Y pienso en el pobre gaucho cuando llegó la propiedad privada con el alambre/en la línea de frontera que arrojó la muerte sobre las lanzas de Calfucurá.

Siempre, de uno y otro lado están los que matan y los que mueren/La línea te violenta /la línea ejerce una indescifrable tensión sobre nosotros todo el tiempo/Ver morir simplemente es no ver nada/o mejor/ver todojunto/una aprehensión de la totalidad por unos segundos /antes que se desvanezca la nube/antes de que se vaya al fin/la ira.




El Fauno


El animal que criaste en el fondo
atado al tronco de la acacia
ha desbordado los muros del patio,
no podrás asomarte más a la puerta
para tirarle las sobras del almuerzo
ni acariciarlo con un palo
como a un hijo al que no se quiere.
Simplemente, ha crecido.

Una mortal culebrilla es lo que dejó
el paso de la cadena por el tronco
una monotonía circular imposible
que le dio el ejercicio para odiarte.
Aún te teme.
Sospecha que una de estas noches
ya dormido
vienes a liberarlo.




domingo, 15 de julio de 2012

Paula Aramburu



Sequía

soportar el peso de esta tierra
árida, la arena seca quemándome
los pies, los ríos secos, detenidos
la amenaza de un cielo
sin lluvias, la opacidad
de un suelo sin luz ni sombras

soportar este tiempo de sequía
como lo haría el antílope
o la gacela, que guardan ayuno
por días enteros y sólo aceleran
el ritmo del cuerpo ante la visión
de una posible presa




Sismo

a veces basta un gesto, una mirada
o un silencio de días para perder
el equilibrio, y entonces
todo comienza a vacilar,
y de un día para el otro
la vida se percibe como una sacudida
violenta en la corteza de la tierra, una grieta
profunda, una fractura que duele
de lado a lado




Dijo

la incertidumbre enferma, dijo:
sin que lo notes, adoptará la forma
de tu cuerpo, dijo: irá de la superficie
hacia el centro, ocupará huecos, agujeros
tapará venas y arterias,
dijo: te cubrirá los ojos, los oídos
y nuevamente, sin que lo notes, avanzará
avanzará lenta, dijo,
como avanza un ejército de hormigas
que silenciosas infectan jardines
devoran hojas, tallos
hasta alcanzar la raíz



Desplazamientos, Rosario, Ciudad Gótica, 2010.




sábado, 7 de julio de 2012

Marcelo Cutró






Entran soldados por el callejón Ronsin. Llevan
máscaras en las mejillas, de madera oscuras y
brillantes. Parecen rezar en voz alta. ¿Cantan? Entre
esas voces, una busca la columna por donde suben los
muertos de Rumania.






Miran desde el espejo con ropa del pasado. Han estado
lejos, entre pequeños hongos con curvas de seda.
Herederos de un pájaro dorado, siguen cantando en los
entierros, bailes o casamientos.






Los días azules bajan hasta endurecerse y brillar.
Caen como nieve. Tormenta de música en el bronce de
esta luz arbolada. El deseo del piano es no memorizar.






La musa quiere dormir, volverse desconocida, una
figura que el Sena no encuentre al amanecer.






Mira el callejón. Lluvia gastada sobre las paredes de la
música.
Ruinas de una fecha sin fin, las máscaras cerca.
La piedra en el silencio es una mesa invisible.






Noche flotante. Hacia arriba los ausentes, hojas
luminosas cayendo como estrellas sobre los techos.
En la frente de un campesino, calles con soldados que
se abrazan silenciosamente. Música que brilla.





[...]

Ha enrollado las cuerdas de unos pájaros sagrados. Las
manos del escultor obedecen a la piedra. Se multiplica
el silencio.






Ahí donde la luz parece agua tostada, no hay
contemplación, hay engaño. Árboles negros que, frente
a las virtudes del abatimiento, cantan.






[...]

Toda intimidad es milagrosa. Martilla el silencio que
une los pájaros a una pesadilla. Otra música oscurece
entre sus manos.




Esos manteles blancoa flameando frente al insomnio de
las esculturas recuerdan a los esclavos con la luna en
las rodillas: Noche que va hacia el horizonte contrario.




Su instinto de faisán oye las primeras exclamaciones.
Una bruma ruidos recorre la Avenida de las sillas. 
Placeres veloces haciendo de la noche una sábana
antigua.





De "Rumania", en Rumania/Santa Isabel, Ediciones en Danza, 2012.






viernes, 6 de julio de 2012

Javier Galarza



hogar

bendito
el que incendia
su casa
y canta
sin resguardo
puesto que arde
sin construirse



insiste

algo
crea
un caudal
de verdad
en eso
que retorna
diferente
cada vez



cerrado

viajás hacia
donde rompen
los hoteles
de tu congoja

*
 
aquí
los restos
de la cacería
son barridos
como el viento
o las hojas
 
*
 
viejo hotel
desahuciado
rompe como
un camino
 
oportunidad

*
 
la vigilia ha cerrado
los postigos
el diapasón dio los tonos
de otra lluvia en sí menor



Javier Galarza, refracción, añosluz, 2012.
Para comprar o descargar el libro: www.aniosluz.com.ar