miércoles, 29 de febrero de 2012

Soledad Castresana




de lejos







donde los troncos

cambian a ceniza

se sostiene la ronda



una chispa es el origen

del equilibrio



pero alguien

lanza al aire un desafío

y otro

invade el centro

se inclina sobre la luz

que le cierra la frente







todo cabe en el fuego

todo toma su forma



los dedos

la piel del brazo

penetran las llamas



arde el miedo

de lejos

se huele la mano



un silencio enorme

abre los rostros

después del grito



el horizonte se revuelve

ahoga al viento

espanta a los animales del aire

huyen los que pueden correr

y se comprime el cielo como un pozo





solos

en medio de la noche
sin caballos



De Carneada, Alción, 2007.


 

La supervivencia del más leve

El agua se mueve
como si adoptara ella
la forma de la piedra.



Pez de mar

En este mundo de lágrimas
los párpados sobran.



Lagartija

Un órgano de la piedra
se separa y corre
de vuelta al sol.



La mensajera

No tengo deseo ni voz.

Hago mi trabajo
y muero.



La bailarina

Algunos cuerpos son
el vértigo del aire.



De Selección natural, 2011.




lunes, 27 de febrero de 2012

Alejandra Correa




Hoy vi la casa desde otra perspectiva

“elevada”, diríamos

Una casa en el aire
sostenida por un árbol viejo
atada a las raíces de otra casa
que hendía sus garras en la tierra seca

Afuera hubo cosechas
el campo es un tendaderal
de mieses rotas
una tela inscripta por tocones
de maíces desperdigados
como letras chinas

La casa se multiplica por mis venas
al infinito
miles de ojos de mosca al cuadrado
ventanas y puertas y pasillos y techos
se incendian

Si algo no ha de pasar
entonces pasará, decías
y en un abrir y cerrar de boca
con los restos de un huracán
levantamos una ciudad maldita

Vamos hacia alguna parte siempre
y llevamos esta carga
como si fuera tan fácil sonreir

Inflada por tu miedo y el mío
la casa se hace globo
sus paredes ceden, elásticas

respira con el aire que nos quita


Dentro de sueños que son armas químicas
la casa aún nos duele
como un brazo amputado

Te llamo
gesticulo exageradamente
como quien quedó atrapado
en una película muda



……





Siempre te hablé en el viento

La conversación fue antes que nada
un deseo atenazante
un ardor en la columna vertebral del habla

Si es cierto que soy hija de alguien
es de este cuerpo vibrante
que dio a luz todos los sonidos
de carne y tierra
de animales nocturnos

Soy esta patriota empecinada
que vuelve a plantar sus banderas en el viento


(inéditos)


viernes, 24 de febrero de 2012

Silvia López




Margarita




Si fuera

una flor carnívora,

mis reflejos

serían lentos.



Todo lo fundamental

se me escapa,

la brisa más leve

me desarma

no, el amor.



Soy incapaz de decidir

si hay pasión en la medida,

locura suficiente

en el envés del pétalo,

algo que valga la pena

en el lento deshoje

de la duda



cuándo será propicio

confesar el lugar

donde la flor

se sobrepone

a la tempestad.





 

Diálogo entre anatomistas



En la mesada

del theatrum anatomicum

a plena luz de la evidencia

en un perfecto y limpio

tajo sagital

abierta en dos



posa

como una res

muslos de par en par

como de parto

como en el amor



late

contra el frío del mármol

y ni una gota de sangre

derramada por la carne.



Para mayor escarnio

los maestros dudan

y en las gradas debaten

los estudiantes, la chusma:



¿Cuál es la parte que la salva

y cuál la que la mata?







Monólogo de la cautiva




Soy de otra tribu

no pertenezco

a este mundo

pero su idioma

es el señor

de mis sueños.



Olvidé

mi antiguo nombre

la innata manera

de mirar las cosas.



Sólo despierta

oigo en susurros

mi lengua natal.






Sangre




Intento ser

la tempestad

su calma previa

noche que mece al día

diosa en dolor de parto

sin alumbrar la gloria



sólo mis dedos

tiesos

carne lavada

piel de piedra

y unas gotitas

de sangre

tan discretas.




De Casa de Diálogos (inédito). 





miércoles, 22 de febrero de 2012

Liliana Díaz Mindurry


A UNA CIERTA HORA
de María Germinova  llamada Toyen



Lo indecible,
lo que ella sabe o no sabe o simula no saber, pero el gusto se le guarda en la 
/lengua y debajo de los dientes,
lo indecible,
eso
lo que a cierta hora habrá de suceder,

lo indecible
eso, por ejemplo, que la nada corregirá muy pronto la forma de las cosas para 
/que la voz no quede ni en el fondo del sueño,
que no la acariciarán esas manos

                                   (y será como si las manos la despedazaran

como si las manos tuvieran mandíbulas garras colmillos púas alfileres puñales)

que las frases se desarmarán goteando sin la menor respuesta,
que los pasillos correrán hacia abajo
como un río en pendiente,
que palidecerán las palabras extenuadas,
que ella misma se volverá muñeca y caminará en la espesura
que el aire le entrará y saldrá de la boca
sin el menor ruido

            como esas muñecas que duermen en los estantes

            vacías,

            rotas.

Eso,
que ya no habrá ningún paraíso
que sólo restará beber agua en los intervalos de la televisión.







Ahora
mira por la ventana, desnuda, con apariencia de estatua,

toma el lomo irregular de las imágenes y las aplasta como a cigarrillos muertos en tazas de café.

Se lame las heridas.
Sabe o no sabe
que los ladrones de la dicha
están alineados
entre cada relámpago que abre y cierra las puertas del pensamiento,
y desde el bosque de los nombres
se acentúa la confusión.




Hasta hace poco,
hasta hace unas horas,
en esa lastimadura del cuarto,
el deseo
como un pez
nadaba en aguas con agujas,
la mirada enorme
se metía en iglesias, campanarios, vitrales,
se comía a Dios,
lo masticaba,
sangraba ciervos en los límites del bosque,
torcía cosas, las mezclaba, se sacaba y se ponía los ojos, fracturaba la noche, le 
/hundía las fauces a la locura, llevaba enaguas celestes con puntillas, trituraba 
/cualquier uña de la eternidad, guardaba en cajones cerrados la desdicha 
/como si ya no tuviera fundamento,


combatía sobre la hoja de papel muerto
con las palabras enfurecidas como tigres.

El deseo

era un perfume,
una curva del tiempo donde detenerse,
y tomar los minutos
para secarlos en la terraza al sol.

Revolver la tristeza en una palangana y cantar de risa.

(No hay obediencia más puntual que el deseo).

Ningún perro en celo tiene hambre ni frío,                                          
ningún perro en celo sabe de ninguna muerte,
ni de esas disfrazadas con ropa transparente,
ningún perro en celo sabe de ningún dolor.



Lo indecible
lo que a cierta hora habrá de suceder,
y ya ponerse la vejez en el cabello,

las manos
en la sala de torturas,
bañarse con jabón aromático, llenar la cara de pomadas,
preparar la valija despacio con pasos de monja en el sagrario,
ponerse un sombrero con flores y pájaros,
leer el diario,

                                                                               caer.

                                                                                               




PERSISTENCIA DE LA MEMORIA
de Salvador Dalí


Habla de
no sabe de qué habla

tal vez de la tristeza
o de la memoria que cae en gotas desde el cielorraso,
y entonces
como quien trata de hacer respirar al que se muere

como quien lava con agua las manchas de tinta, como quien camina en las 
/piedras de la luna desde adentro de los ojos
la memoria
las hormigas de la memoria
sus relojes líquidos
sus pesadillas.

            Y ya después de la memoria ella puede terminar de ponerse vejez en los 
/cabellos, mirar cómo crece la hierba en las manos de los niños

ver en el fondo de las fotografías
el ángel frío que la abuela cosía en las mañanas.


Habla de
no sabe de qué habla

de relojes goteando
hace apenas un ruido de cucaracha que se quiebra en el piso
oye la muerte en sí, la simple pureza de la muerte

apaga el cigarrillo en el fondo de la taza
y se va a dormir envuelta en esos trapos que se llaman sábanas
bebe la última luz de la memoria.

          (No cabe en la cama
despacito se le rompen las piernas)


                                                            Por cosas así la gente muere,
por cosas así.

Vivir es sólo una forma de la impiedad.




Poemas de Resplandor final, Ruinas Circulares, 2011.









lunes, 20 de febrero de 2012

Gerardo Lewin: tres poemas fúnebres


¿Qué desean los muertos?


¿Qué desean los muertos?
No nos avergoncemos de las viejas preguntas.
Ésta es la mesa,
tómame de la mano,
interroguemos cruelmente a los fantasmas,
echemos a rodar vastas operaciones
de inteligencia espiritual,
interpelemos a las discretas sombras,
al ectoplasma renuente:
arrojémonos a un pozo profundo.

¿Qué desean los muertos?
La tierra no consigue retenerlos.
Sus deseos se esparcen en el aire nocturno
para ser percibidos como un perfume tenue,
impregnan nuestro pan, las herramientas diarias,
nos llaman desde lugares altos con voluntades rotas
y así, pensamos que los muertos aún desean
las caricias perdidas de la vida,
el roce tierno de la piel del hijo,
la súbita tristeza que sucede al amor,
el ansia por tocar las nubes.

¿Qué desean los muertos?
Estuvieron aquí pero se han ido.
¿Qué desean, ahora, los muertos?
¿De qué nos serviría si supiéramos?
Vamos a levantar llantos o monumentos,
buscaremos perdón, venganza, olvido
en ocultos parajes, en congresos terribles,
les llevaremos flores, compondremos poemas.

¿Qué desean los muertos?
Tienen, en el final, simplicidad.
Sumersos en la nada, nada quieren
y en esta nada nos excluyen
en lo que constituye su exclusivo deseo:
que vivamos. Más y larga vida para todos nosotros.

Los muertos no buscan nuestra compañía.
Quedémonos aquí, respiremos el aire, despertemos.

Seamos como una melodía que va de boca en boca
sin que nadie conozca su final
o su origen: el niño del futuro que pregunta
quiénes fueron, qué nombres ostentaron
ahora y en las horas todas de sus deseantes vidas.




Un adiós a Plumita


Muerta, ya en el metal,
diremos ¿qué?

Oh perra yaciente en formalina,
sino que tus ojos derretidos
sino que tu laxa lengua en fauces
sino la pudrición oculta
y el olor que se impone:
frontera, más allá.

Hemos llorado y vuelves, buena amiga,
como una niebla que duerme en las baldosas.

Cae la tarde. Lo intenso
se diluye. Una mudez senil
trajiste con tu muerte.

Creíamos. Ya no.




Ya está

se fosse amico il re de l'universo,/ noi pregheremmo lui de la tua pace
Dante, Inferno, V


Lo que quedó en la página
te invoca.

El rey -tarde supimos- ahora yace.
No está desnudo: lo arroparon
con las rasgadas vestiduras de la tierra.

Graves, a manotazos,
intentamos dar razones
acerca de la materialidad del alma.
No lograremos conjurar una sintaxis
que sepa regresarte.

Destellos de tu sombra cierran
la complexión del mundo.
Eras más simple. Más alto.
El exceso de vida te llevó.

Depuesto ya todo control,
el viento nos inunda
y todo vuelve, en suma, a ser arena.
Tachados o disueltos,
desgarrados entre lo que es
y lo que pudo ser.

Los reyes -nos dirías- son
los más mortales de los hombres.


A José Luis Bochi Re,
In Memoriam